De pequeños el pensamiento divergente era el que predominaba, ya que nos cuestionábamos todo lo que pasaba en nuestro entorno, y queríamos conocer el mundo que para nosotros era nuevo y desconocido.
Luego con el pasar de los años y en cierta parte por culpa de la sociedad, dejamos de preguntarnos para llegar a decir que las cosas son o no son. Pensamiento convergente.
Cabe aclarar que estos dos procesos no se dan sólo en esas etapas de la vida, hay casos en que los niños no preguntan y sólo eligen entre un sí o un no, como también existe el joven y el adulto que se cuestiona y se hace más dinámico en su entorno.

En el colegio, y siendo más concretos en la filosofía de los grados superiores nos encontramos con un personaje muy nombrado. Su pensamiento y filosofía se centraba en la contra pregunta y en la duda constante. Los socráticos practicaban la mayéutica.
Para desarrollar el pensamiento divergente debemos entender que las cosas no tiene sólo dos salidas, no son sólo buenas o malas, un sí o un no; tenemos que cuestionar todo ponerlo en tela de juicio y analizarlo con preguntas, que conlleven a más preguntas.
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